jueves, 12 de febrero de 2015

Calle SAN JUAN o calle "ANCHA" - SANLUCAR D.B.


COMERCIOS DE LA CALLE ANCHA.- La vocación marítima-comercial de Sanlúcar se enraíza en la Alta Edad Media, sobre todo cuando la villa empieza a poblarse fuera de sus murallas, y concretamente en la zona del Barrio Bajo. Comerciantes extranjeros y foráneos se instalan al amparo de los privilegios concedidos por los Guzmán, Señores de la Villa y de la Ciudad. Por la Cuesta de Belén, Bretones y Truco, se abren las tiendas y casas de los comerciantes hasta desembocar en la calle Larga de los Mesones, pasando por la entonces gran plaza de la Ribera, que quedará dividida en el siglo XVIII al erguirse el edificio del Cabildo. En la misma centuria se construye el Mercado de Abastos, que propiciará la apertura de tiendas en la calle Trascuesta y restará paulatinamente protagonismo comercial a la calle Bretones.  El Puerto de Sevilla, después el de Cádiz  y la pérdida de las colonias hace disminuir el flujo comercial  y Sanlúcar se abandona sin buscar más alternativa en la vitivinicultura y, en la venta y expansión comercial del vino. 
A pesar de todo, la calle Ancha continúa siendo la calle principal y la más comercial; como consecuencia la más afecta al cambio de fisonomía por imperativo de la moda, que a veces se ha comportado agresiva con el medio; imponiéndose no sólo diseños estandarizados por bancos y franquicias de lejana procedencia, sino también pastiches propios.


Entre los comercios de finales del siglo XIX, cabe destacar por haber perdurado a través de varias generaciones hasta hoy día: “La X, 4”, “Rosarito Lora”, dos mujeres protagonizarán el nacimiento de estos comercios, y “Casa López”.
Otros establecimientos comerciales, existentes desde 1900, desaparecerían: ultramarinos (“San José”, “Las Baleares” o “Plus Ultra”…), tiendas de tejidos y quincallas (Carrascosa, “Sáenz y Cia”, Celestino Ridruejo, Morgado, “Martínez y Cia”), de loza fina (Montferrer), ferreterías (Carrascosa, Latorre), barbería (Isla), casinos y clubes, sastrerías (Mosquera, Hoyos, Cañero), sombrererías (Benavente, Llera), cervecerías ( Arraigosa, “El Munich”), confiterías (Federico Pozo, J. Pampín…), droguerías (Ca- macho…), bares con vela- dores en la calle y el viejo Teatro Principal. Distinto tratamiento toca a las far- macias por ser un laboratorio con mostrador y cuyos titulares tenían otro perfil cultural: Durán, Lucas More- no…); lástima que algunas no se hayan conservado tal cual, como en otras ciudades.